- No casarme con una mujer joven.
- No fomentar el trato con los jóvenes, a menos que ellos lo deseenNo ser impertinente, terco o suspicaz.
- No criticar las costumbres de la época, las innovaciones, modas, a los hombre o a las guerras, etc.
- No gustar de los niños, ni dejarles acercarse a mí.
- No repetir la misma anécdota o chiste una y otra vez a las mismas personas.
- No ser mezquino.
- No descuidar la decencia y ser pulcro para no caer en bajezas y suciedad.
- No ser demasiado severo para con los jóvenes, sino más bien facilitarles lo necesario para sus locuras juveniles y sus debilidades.
- No dejarme influir, o prestar oído a los chismes maliciosos, de sirvientes u otras personas.
- No prodigar consejos, ni molestar con ellos a nadie, a menos de ser solicitado para ellos.
- Desear que algún buen amigo me advierta cuando deje de practicar alguna de estas resoluciones, y corregirme como es debido.
- No hablar demasiado, y menos de mí mismo.
- No pavonearme de mi pasada hermosura y hombría, o de haber gozado el favor de las damas, etc.
- No prestar atención a las lisonjas, o concebir que una mujer joven pueda amarme. Et eos qui hereditatem captant odisse ac vitare (Evitar y detestar a las que están a caza de herencias).
- No hacer afirmaciones o ser dogmático.
- No empeñarme en la observancia de alguno de todos estos preceptos, no sea que al fin llegue a cumplir alguno de ellos.
Tomado del prólogo a los Viajes de Gulliver, Jonathan Swift (1729).