Los pájaros no tienen memoria, tan pronto pasa algo ya lo olvidaron. No tener memoria los vuelve muy impresionables, todo es nuevo y sorprendente. Cada vez es la primera vez, así haya sucedido igual todos los días de sus plumíferas vidas. Esa es la razón de que invariablemente canten al amanecer y cuando anochece. Debe ser extenuante, la estabilidad dura al rededor de doce horas, dependiendo de la época del año y qué tan alejados del Ecuador vivan.
Se esconde el sol, se destruye el mundo. Todos en la agitación se buscan para reconfortarse, si van a morir al menos que sea juntos, terminan por resignarse y aceptarlo sabiamente, cambian el tono de sus cantos, cierran los ojos y respiran más profundo. Luego la luz, los colores, el calor, el mundo se crea en segundos, los pájaros que se alborotan no cantan, lloran a gritos como los bebés recién paridos. Tardan un rato en acostumbrarse a ver.
Dicen que quienes no recuerdan están condenados a repetir ¿Cuántas veces estarías dispuesto a visitar el fin del mundo?
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