viernes, 15 de marzo de 2013

LOS DONES II




No siempre las cosas fueron como ahora, hubo un tiempo en el que comía nieve de limón camino al mar. En uno de esos trayectos que hacía del pueblo a la playa me alcanzó una camioneta antigua impecable, se detuvo junto a mí y su conductor me invitó sonriente a subir, ni siquiera tomé en cuenta desconfiar. En ese lugar todos se conocen y se saludan, es considerado descortés no ofrecer llevar a algún caminante encontrado bajo el sol. La fuereña era yo y cuando subí de inmediato se presentó conmigo Don Carlos para poder preguntar mi procedencia. Respondí lo más elemental. Fue una conversación muy breve pero en cuestión de kilómetro y medio, el señor que llevaba en la piel y en el brillo de los ojos esmeralda las señales de su origen compartió conmigo el momento especial de su día. Señaló un aparato de radio de onda corta instalado en el tablero de su preciosa camioneta, se dirigía al límite de la playa para hablar con otros seres de ultramar, personas que estaban más cerca del lugar de donde habían venido tal vez sus padres o sus abuelos. Don Carlos era un descendiente de los inmigrantes franceses que llegaron a Jicaltepec, como había conservado su lengua materna, además del acento costeño todas las tardes salía al malecón para sintonizar a otros aficionados a la radio para conversar de la vida, el universo y lo demás. Antes que siquiera fuera posible programar las salas de chat en internet, Don Carlos ya tenía una red social más allá del Atlántico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario